Movimiento 22 de marzo

Se cumplen 55 años de las luchas sociales de 1968

Publicado en Mundo Obrero

Actualmente en esta fecha se celebra, desde 1993, el Día Mundial del agua, pero veinticinco años antes los sucesos iniciados ese día en la Universidad de Nanterre, a las afueras de París, fueron como agua limpia y fresca para unos tiempos convulsos cuyas simientes culturales y sociales necesitaban ser regadas para florecer.

Cartel del mayo francés del 68 elaborado por los talleres populares
(fuente: Las calles son nuestras. La revuelta gráfica, 1968-2018. HAO, Rotativo de letras. Bogotá, 2018)

En el contexto del mayo francés de aquel año, el movimiento 22 de marzo fue una de las semillas más fructíferas de las acciones y los hechos de aquel tiempo de ilusión en el que se quiso “expandir el campo de lo posible” (Sartre). Aspiraban a ser el cambio que querían en el mundo.

Un mundo en el que: algunas grandes potencias coloniales mantenían su control sobre los territorios invadidos; continuaba la ´interminable` guerra de Vietnam que estaba provocando reacciones contrarias incluso en los EE. UU.; el ´socialismo con rostro humano` quedaba aplastado por los tanques; la plaza de las tres culturas en México DF asistía a la incultura de la violencia contra las personas que allí se manifestaban, y las purgas internas hacían dudar de la ´revolución cultural` china.

En España habían pasado veinte años de aquel “Viva la Universidad libre”, icónica pintada en la Complutense de Madrid que movilizó algunas conciencias, y la represión franquista seguía manteniendo el statu quo del “atado y bien atado”. Entretenidas (os) con los chiripitifláuticos o con el triunfo del “la, la, la”, lo poco destacable contrario al régimen era opacado por la fuerza desmedida de la policía y por un mayoritario silencio mediático, diario Madrid mediante.

En Francia, nuestros vecinos despertaban contra las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales impuestas por otro militar autoritario y daban a luz uno de los movimientos más simbólicos de la historia. El conocido como “Mayo del 68” tuvo su precedente dos meses antes con el nacimiento del movimiento 22 de marzo en la Universidad de Nanterre tras algunos sucesos, el llamado ´de la piscina` entre otros, que conllevaron represiones y recorte de derechos entre la población estudiantil.

En el primer trimestre de 1968 la situación de las y los universitarios franceses, sobre todo los procedentes de las clases media y baja, era complicada. “Podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos, que el estudiante en Francia es, después del policía y el cura, el ser más universalmente despreciado”, afirmaba entonces el filósofo situacionista belga Raoul Vaneigem. Sentían que su formación era decepcionante y que no adquirían los conocimientos que esperaban para crecer como personas y labrarse un futuro en condiciones de equidad en una sociedad más igualitaria. 

Ese día, los miembros militantes del grupo “se apoderaban de la emisora central de la facultad, pintaban consignas en las paredes interiores, organizaban varios mítines durante el día y terminaban ocupando en la noche la gran sala del consejo de facultad. Y allí, 142 de los 150 participantes votaban un día de acción para el viernes 29, que consistiría en reemplazar los cursos por debates sobre: luchas antimperialistas, luchas estudiantiles, luchas obreras, luchas estudiantiles en las democracias populares, universidad y universidad crítica” (Weber y Bensaid, 1969).

En línea con aquel “Es necesario sacudir las instituciones con regularidad para permitirles evolucionar”, propuesta del análisis institucional englobada dentro de la corriente de la sociología crítica planteada en la Universidad de Nanterre por los profesores René Lourau, teórico y fundador de la corriente, y Georges Lapassade, ideólogo de la movilización del 22 de marzo.

Cartel del mayo francés del 68 elaborado por los talleres populares
(fuente: Las calles son nuestras. La revuelta gráfica, 1968-2018. HAO, Rotativo de letras. Bogotá, 2018)

Pese a que el mayo francés supuso avances y conquistas sociales, el poder de todos los lados del arco ideológico cerró, según Jean-François y Sara Maréchal, gran parte de las posibilidades que abrió el movimiento. Aún así, sacudió los cimientos de las instituciones dominantes, rompió cadenas y permitió acciones y creaciones que estaban coartadas por las presiones políticas “Créer c´est vivre deux foix” (Camus).

Un movimiento popular de estudiantes con el respaldo firme de obreros fabriles que quedó plasmado, además de en las manifestaciones callejeras, en uno de los primeros carteles que pintaron de demandas e ilusiones las paredes de entonces: “Fábricas – Universidades – Unión”.

El mayo francés del 68 fue una declaración de guerra, sí “una guerra de palabras e imágenes, de gestos y prácticas, […], de ansias de libertad y justicia […] que se oponía a todas las formas de autoridad: la de los padres sobre los hijos, la de los hombres sobre las mujeres, la del primer mundo sobre el segundo y tercer mundo, la de la burguesía sobre la clase obrera, la de la ´alta` cultura sobre las formas de expresión popular, la de la iglesia sobre la moral, la del Estado sobre los ciudadanos, la de la universidad sobre los saberes, la de la familia sobre las elecciones personales” (Judith Revel, filósofa Universidad de París Nanterre).

Tal vez, después de estos largos meses de incertidumbre provocada por la pandemia, haya que volver a retomar las calles, a buscar la arena de playa bajo los adoquines, a enfrentar la realidad y a defender la verdad y la paz a golpe de creatividad. Como proponen los autores de Las calles son nuestras. La revuelta gráfica (1968-2018) será necesario “encender la imaginación y apagar la televisión”, porque

“La mentira está en los medios,

la verdad se pasea por la calle.

Vamos todos a caminar por el asfalto.

Saquemos la indignación del closet de la red.

Y hagamos doble clic en la calle.

No todo lo que pasa sale en la televisión

Ni todo lo que sale en la televisión pasa…”

Flores viajeras

Para dos mujeres escritoras y aventureras que nos han contado del mundo

Publicado en Mundo Obrero

Quería celebrar este 8 de marzo, en estos tortuosos tiempos en los que persiste la desigualdad y la inequidad hacia el género que nos parió, escribiendo de dos grandes mujeres y escritoras, pidiendo que el futuro sea más femenino y feminista; seguro que así será también más pacífico y solidario.

Rosa Regàs y Maruja Torres con Terenci Moix al piano y Luis Antonio de Villena
(foto de Uly Martín que circula por las redes).

Podía haber elegido a muchas –desde la Beatriz que me acompaña y motiva mi vida a la Francia que nos ha enseñado que una mujer afro puede gobernar desde la vicepresidencia de un país machista y clasista defendiendo la vida digna-, pero me he decidido por Rosa y Maruja, dos mujeres a las que he seguido y perseguido, en el buen sentido, y que traigo a esta celebración de la mujer para reconocerlas públicamente.

Las junto en mi memoria por sus coincidencias. Empezando por su amor por una tierra también femenina, nuestra Abya Yala, y dos libros viajeros como ellas que tienen a este hermoso continente por protagonista: Amor América y Volcanes dormidos. Ambos libros, además, los tengo dedicados por ellas. Maruja me escribió, allá por 1993, “Para Iñaki, con cariño, y para que saborees conmigo la América real. Besos”; y Rosa me firmó el suyo en 2007, que había ganado el premio Grandes Viajeros 2005, “Para Iñaqui. Con todo el cariño este libro por la parte que me toca” (dado que el texto lo firma junto a Pedro Molina Temboury).

Con Amor América dice Maruja Torres que aprendió “a escribir, a quedarme sola, a sufrir y a gozar, a buscar las palabras y aprehenderlas”. Rosa Regàs tomó nota, con Volcanes dormidos, de que “hoy por hoy, todo parece dormido, pero que, como los volcanes de la tierra, los de las mentes y las esperanzas, nunca se puede saber cuándo se pondrán en movimiento de nuevo”.

A Maruja la he leído asiduamente en sus artículos publicados semanalmente durante años en El País sin llegar a poder hacerle una entrevista; a Rosa la leía en sus libros y la entrevisté cuando fue directora de la Biblioteca Nacional. He de decir que no sé si hoy me dedicaría un libro con “todo el cariño”, ya que dicen las malas lenguas que su salida de la institución fue provocada, al menos en parte, por el titular de mi entrevista. Ya saben, mes de agosto, casi sin noticias destacables, no como ahora que las fake llenan cualquier cosa, y alguien de Servimedia encontró su serpiente de verano, sacó sus declaraciones, sensatas y sentidas, de contexto y la metió en el lío que aceleró su marcha. En fin, el país, la biblioteca y las y los españoles salimos perdiendo y el Gobierno socialista se lavó las manos, por si acaso.

Dos mujeres, dos escritoras, dos luchadoras por las libertades y los derechos de todas de cuyas extensas bibliografías destacaría dos obras coincidentes en su año de publicación (1999): Luna lunera, de Rosa Regàs, y Mujer en guerra. Más masters da la vida, de Maruja Torres. Ambas han obtenido los premios Nadal y Planeta, Rosa Regàs con Azul (1994) y La canción de Dorotea (2001), y Maruja Torres con Esperadme en el cielo (2009) y Mientras vivimos (2000).

Las dos también disfrutaron de la amistad de otro grande de las letras, Manuel Vázquez Montalbán, a quien Maruja le pidió que le esperara en el cielo, esperemos que lo haga por mucho tiempo, y a quien Rosa prologó en Cambiar la vida, cambiar la historia, libro que recoge los artículos del escritor y periodista en la prensa clandestina de Mundo Obrero.

Rosa Regàs i Pagès (Barcelona, 1933), editora, directora de revistas, escritora, periodista, traductora para Naciones Unidas, directora del Ateneo americano de Casa de América y de la Biblioteca Nacional, una mujer que defiende “una forma de vivir, de pensar y de ser” pero que no cree “en los valores universales y eternos, ni en la moral natural, ni le veo el sentido a perder la vida por Dios, la patria o el deber u otras formas más modernas de dominar las conciencias”. Además, afirma pertenecer “a la reserva de quienes sólo izarían banderas si estuvieran prohibidas”.

María Dolores Torres Manzanera (Barcelona, 1943), escritora, corresponsal de guerra en el Líbano, Israel y Panamá, donde fue testigo del asesinato del fotorreportero Juantxu Rodríguez por las fuerzas militares de los EE. UU., ha llegado a ser lo que es “huyendo de lo que querían que fuera”. Casada con su amigo, maestro y juez, el periodismo, se fue del diario El País, al que había vuelto ´con honores`, por opinar demasiado. Y opina que más peligroso que cubrir guerras y conflictos armados es estar en una redacción potente llena de personajes ambiciosos. Declara que “le gustan los hombres débiles y las mujeres fuertes, lo cual es un acto de realismo”, también “le gusta la honestidad en hombres y mujeres, lo cual es una norma de vida que no la hace más fácil, pero sí mucho mejor”.

Por todas las flores viajeras y por muchos 8 de marzo todos los días del año.

28F, Día de Andalucía

Publicado en Mundo Obrero

“En esta empresa de afirmar las conciencias de todos para la gran obra que a todos nos aguarda, ponga cada cual su grano de arena, como yo lo pretendo ahora, con esta modesta intención de un esfuerzo humilde”. (Blas Infante: Ideal andaluz, 1915)

Celebrar la identidad con la tierra reconociendo la historia

El Día de Andalucía conmemora el referéndum por el que se recuperó una autonomía aplastada por la dictadura. Celebrar una jornada en nombre del territorio común es un signo de pertinencia que supone también hacer memoria y reconocer todos los relatos que le dan forma.

Homenaje a la luz de Andalucía, obra de Evaristo Guerra en Torre del Mar – Málaga (foto: Iñaki Chaves)

Podría celebrarse el 4 de diciembre, Día de la bandera andaluza en recuerdo de la manifestación que llevó a aquel plebiscito. En cualquier caso, evocar significa recuperar las narrativas perdidas o ignoradas para lograr la unidad de Andalucía en su idiosincrasia y su diversidad. Entendiendo su valor y sabiendo que toda conmemoración requiere abrir los espacios para que quepan todas las gentes y sus colores en una “tierra de paz, esperanza, encuentro y acogida”, como demanda la Plataforma Andalucía 28F.

La población, la ciudadanía común y la “gente de bien”, debe asumir con generosidad su propio pasado, el de la autonomía y más atrás: el de la II República. Dicen que pasó hace ya muchos años, y es cierto, y más vista desde esta velocidad con la que vivimos el presente, pero también tienen mucha edad la filosofía clásica griega, la Revolución francesa, la Primera Guerra Mundial o la invención de la radio y las seguimos estudiando. Porque necesitamos conocer todas nuestras historias para saber quiénes somos.

Para cerrar heridas, estas tienen que cicatrizar; pero no lo pueden hacer si antes no se curan. Los sucesos de la Desbandá en la provincia de Málaga, una de las mayores masacres de la guerra de España, o las personas represaliadas de la fosa de Pico Reja en Sevilla, casi mil ochocientos cadáveres entre los que podrían estar los restos del propio padre de la patria andaluza, tienen que ser de conocimiento público y estudiarse en las escuelas. Porque lo que no se nombra, como ha quedado demostrado durante el franquismo y la Transición, no existe; y si no existen los hechos y sus protagonistas, la historia no está completa y no se puede celebrar nada.

Los gobernantes de la región andaluza, actuales, pasados o venideros, no serán culpables, pero si no contribuyen a que se conozca su historia y a que se consigan justicia y reparación, sin venganza, solamente como derecho, se perderá la memoria y caerá la historia en el olvido. Y  de eso sí serán responsables.

La Historia está compuesta de muchas historias, todas necesarias en la construcción de un pasado que nos ha llevado hasta un presente que está dando pie para el futuro. No podemos quedarnos con una única historia, que por lo general escriben a su gusto quienes tienen el poder. Sea el cuatro de diciembre o sea el veintiocho de febrero, lo importante es que sea. Por la paz y la justicia social, hay que reivindicar la memoria democrática y celebrar a Andalucía, sus relatos y a sus gentes. Todas.

Entre palabras y silencios

El 9 de febrero se celebra en Colombia el Día del Periodista (y las periodistas)

Tierra de cronistas y narradoras, Colombia rinde homenaje al periodismo, “el mejor oficio del mundo”, y a sus periodistas, a la par que no supera la lacra de la violencia contra profesionales y medios.

Número inicial de la considerada primera publicación periodística de Colombia
Papel periódico de la ciudad de Santafé de Bogotá

Periodistas que, con sus palabras, y muchas veces con sus silencios, van dando cuenta de las realidades de un territorio tan verde y hermoso como oscuro y peligroso para contar. Año tras año, las listas de violencia contra las y los periodistas incluyen a Colombia entre los lugares más riesgosos para ejercer la profesión.

Los medios y las personas oficiantes de los mismos son fundamentales para la convivencia, para que las sociedades puedan confrontar sus diferencias a través de la expresión de sus realidades sin más armas que las palabras. Algo difícil que amerita este pequeño recuerdo en memoria de tantas y tantos periodistas que hicieron del compromiso con la información su leitmotiv; de aquellas y aquellos que nos han dejado o que les han ido; de las y los que siguen estando con sus palabras y sus silencios, de las de antes, las de ahora y las de después.

En una lista que sería interminable de buenas y buenos profesionales de los medios, les dejo con algunas frases como tributo a una profesión para la que no sirven los cínicos.

“Admiro muchísimo la objetividad, pero no comprendo cómo se puede alcanzar si el lector no entiende el sesgo particular de quien escribe. Porque el hecho de que quien escribe finja no tener ningún sesgo le otorga a toda su empresa una mendacidad que nunca ha infectado el Wall Street Journal y que todavía no infecta la prensa alternativa” (Joan Didion, Lo que quiero decir).

“Cien veces he sido aquí espectador de mi propia película, mil veces he seguido sus detalles. Ahora trataré de explicarla. Y si el nudo corredizo de la horca aprieta mi cuello antes de terminar, quedarán todavía millones de hombres para completarla con un ´happy end`” (Julius Fucik, Reportaje al pie de la horca).

“Con las flores llegaron gentes que les dijeron: abran los ojos, que eso es dinero en grande, la flor va a dar trabajo para todo el mundo. Los ingas se volcaron con entusiasmo a extraer el látex, tres mínimas rayas con cuchilla de afeitar en el bulbo de cada flor, y a poner una copita de las de ron para recoger las gotas blancas. Los cultivos daban leche, y la leche era bien paga. Habían llegado al pueblo los compradores: paramilitares, mafiosos y criminales de toda laya, a través de los cuales la comunidad, hasta entonces aislada y pobre, entró a hacer parte de la vertiginosa cadena de un ávido y asegurado mercado internacional” (Laura Restrepo, Demasiados héroes).

“Me afectaron en el alma los asesinatos de amigos ambientalistas (…); de los abogados (…); de los indígenas (…), y de los periodistas (…). Escribí una columna donde, a pesar del miedo, dije ´Llegó el momento de aclararle al país cuáles son los vínculos entre el establecimiento, el Estado y los paramilitares, y de entrar a saco contra todo lo que ha impedido el ejercicio de la democracia y de la oposición civil. Todo lo que está pasando da miedo. Y escribirlo da más, pero hay que aguantárselo`” (Alfredo Molano, Desterrados).

“El escritor es imprescindible para que aun aquello que en la ciudad ocurra, y clame al cielo, no se quede oculto bajo el silencio opaco, para que salte clamando a los cielos, y si fuera así, el escritor sería el corazón de la ciudad, su centro, el único que podría rescatar a la ciudad de haber sido desposeída de su centro, allanada en verdad” (María Zambrano, Las palabras del regreso).

“He visto hombres muertos y mutilados, victoriosos y sonrientes, hombres visionarios y hombres con sentido del humor. Durante mi vida he observado cómo se transforma y ensancha y dulcifica la civilización, y la he observado marchitarse y derrumbarse en la roja explosión de la guerra, y también he visto la guerra, en las trincheras, con los ejércitos. Aún no estoy bastante cansado de ver, pero pronto lo estaré. Lo sé” (John Reed, Rojos y rojas).

“Por algún extraño motivo, de los que sólo el corazón entiende, mi viaje interior fue siempre hacia América Latina. Como en el amor, uno no elige, sino que se precipita ciegamente. Como en el amor, se desea más intensamente lo que más se escapa. Yo nací en el país que colonizó América y no me la supo explicar” (Maruja Torres, Amor América).

“(…) tras el fin de la guerra fría, con la revolución de la electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre de repente que la verdad no es importante, y que ni siquiera la lucha política es importante: que lo que cuenta en la información es el espectáculo. Y una vez que hemos creado la información-espectáculo, podemos vender esta información en cualquier parte” (R. Kapuscinski, Los cínicos no sirven para este oficio).

“Volcanes de voluntad y protesta, de reivindicaciones, guerras y luchas, que estuvieron un día incandescentes y mostraron los colmillos de su fuego destructor y que ahora yacían apagados y distantes, pero bellos como heroicos y arcaicos monumentos a la esperanza sometida y anulada, o mejor, distorsionada y manipulada por las voces y el poder de los poderosos de siempre” (Rosa Regás, Volcanes dormidos).

“Mientras empaqueto mi máquina de escribir, una pesadísima y vieja Continental portátil, mis holandesas y una botella de aguardiente de pera que siempre me acompaña para entonarme en el país del desentono, pienso en mi curiosa condición de viajero por revistas que se cierran o se abren, pero siempre por revistas al borde del abismo, única forma decente de ejercer el periodismo y el matrimonio” (M. Vázquez Montalbán, Obra periodística 1974-1986).

“El desafío está en que los medios de verdad tienen que volver a su raíz y no centrar su poder en ser poderosos, sino en su capacidad de destapar, de desnudar, de contestar preguntas que la gente no sabe cómo contestar: de explicar lo que está pasando. El periodismo tiene que estar concentrado ahí” (Ma. Teresa Ronderos, El mejor periodismo está por venir).

“Un avance importante en este medio siglo es que ahora se comenta y se opina en la noticia y en el reportaje, y se enriquece el editorial con datos informativos. Sin embargo, los resultados no parecen ser los mejores, pues nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio. El empleo desaforado de comillas en declaraciones falsas o ciertas permite equívocos inocentes o deliberados, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal” (G. García Márquez, El mejor oficio del mundo).

Las paredes hablan

Los muros como lienzos para la creación artística

Publicado en Mundo Obrero 31/01/2023

Con el documental Las paredes hablan, Carlos Saura lleva a la pantalla el arte de los muros para mostrarnos un camino diferente a la hora de mirar la relación entre las pintadas prehistóricas descubiertas en muchas cuevas y las pintadas grafiteras que han poblado las paredes de muchas ciudades en el último medio siglo.

Cartel de la película documental de Carlos Saura

“Después de recorrer algunas de las cuevas más significativas, descubrimos que había cierta relación entre ese impulso de pintar en las paredes y los grafitis actuales, y nos pusimos a trabajar en ello”, afirma el galardonado director sobre su, de momento, último trabajo.

Que las pintadas empezaron en la prehistoria y que el arte callejero, urbano, grafitero, es su expresión actual es algo que se viene afirmando hace años por activistas del aerosol, académicos e investigadores que lo consideran parte viva de la participación ciudadana en el espacio público.

Pintar las paredes es una particular forma de expresión artística tan valorada por unos como denostada por otros. En Abya Yala se sabe mucho de pintadas, de paredes y palabras, de comunicar expresándose en los muros por parte de quienes no encuentran otro medio para poder hablar y decir lo que piensan y sienten.

Con la película del director español puede que tomen más valor esas pintadas y que se escuche más lo que nos dicen las paredes. Es posible que deje de mirarse al arte urbano como vandalismo para que se asiente su consideración como expresión gráfica del sentir popular.

El título de la película viene a reafirmar la propuesta del libro Paredes que comunican publicado en Colombia en 2021. Un texto que recogió las narrativas de las y los artistas de las paredes y que es también una reivindicación de las expresiones allí plasmadas; en este caso, para resaltar su papel como comunicación ciudadana, para concienciar y movilizar e intentar lograr esos cambios sociales tan necesarios.

Catorce localizaciones, de Atapuerca a las paredes de Barcelona o de Altamira a los muros de Madrid, dan el contexto a la cinta que Saura dirige y protagoniza y en la que participan, entre otras, personalidades como el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, el pintor Miquel Barceló, los artistas del grafiti Zeta y Suso33, la comisaria de arte Anna Dimitrova o la escritora y grafitera Musa 71.

Las pintadas suponen, como dice la canción original de la película de Saura, “escuchar cantar sin palabras” a las paredes. Porque las paredes comunican y expresan, y leerlas y escucharlas supone ponerles “un lugar en el imaginario y un espacio en la memoria que nos permita recordar que la comunicación [la de las paredes], igual que la belleza, está en las calles y en las gentes que las viven y las pintan”.

Las paredes hablan ha sido nominada en doce categorías de los premios Goya 2023, entre las que se encuentran las de mejor película, mejor director, mejor guion original, mejor dirección de fotografía y mejor música original. Saura, que recibirá el premio Goya de honor 2023, ha realizado en esta ocasión una insólita “coreografía artística coral única”.

Barceló le confiesa al director aragonés en un momento de la película que “el arte siempre es contemporáneo y siempre lo hacemos por la misma razón”. Busquen en el documental y encuentren esas razones por las que debemos escuchar lo que hablan las paredes.

“Te he pintado de colores que resistan muchos años

Enfrentarme a la pared y dibujar

No hay secreto entre nuestras almas

¿Por qué te pinto?

Que no se atrevan jamás a borrarte y que te escuchen cantar sin palabras”.

(de la canción «Alma de artista», perteneciente a la banda sonora original de la película)

Desatinos

Los sinsentidos del nuevo año

Publicado en Mundo Obrero

He empezado el año 2023 escuchando mucho, leyendo casi tanto y escribiendo un poco menos. Pero publicando nada. Porque el panorama no daba para ello. Tanto de que hablar, tanto que escuchar, tanto que decir y no saber cómo ni para qué.

Casi todo lo que está sucediendo parece un desatino sin sentido que perseguimos sin destino. Porque nuestro objetivo no depende de cómo o por dónde naveguemos, sino de las tormentas que nos acompañen en la travesía hasta llegar a puerto.

Nos acontecen noticias que nos quitan, o deberían, el aliento; sucesos que nos rompen los pocos esquemas que nos quedaban; políticas que nos roban libertades ganadas a pulso, y economías que nos arruinan derechos obtenidos en mil luchas.

Entre medias, eso sí, alguna grata sorpresa que no solamente nos alegra por lo que supone, sino porque nos muestra que mantenemos viva la capacidad de sorprendernos.

La vida sigue, el mundo gira y la realidad nos continúa golpeando. Pero ahí estamos, impertérritos ante las pantallas que nos obnubilan y venden lo que no podemos comprar; impasibles frente a las noticias que nos agotan porque ya no sabemos si son lo que dicen ser, y displicentes al cabo de una historia, la de todas y todos, que se está escribiendo con todo lo que contamos y nos cuentan, pero que cada vez cuenta menos con nosotrxs.

Este nuevo año nos está enseñando, en sus escasos días vividos, que vivir sigue siendo lo más difícil que tiene la vida, sobre todo si queremos vivirla dignamente y en paz. Que las cifras de muertes nos deberían matar, al menos del susto. Pero no solamente las de la guerra, esa que parece ser la única y oculta las demás, sino también los otros fallecimientos: los que la covid-19 sigue causando, junto a las vidas que trunca la falta de personal y medios en la atención sanitaria; las personas que continúa matando el hambre; las que nos producen nuestros semejantes por pensar o actuar distinto, o las que nos causan nuestros seres cercanos por celos, envidias, odios o desamores.

A todas ellas hay que sumar las que pueden causar la falta de atención e inversión en educación o cultura. Sí porque la ausencia de estas nos hace más vulnerables a la guadaña de los capitalismos criminales impunes, los fascismos sublevados ´legales`, las explotaciones laborales, las migraciones forzadas e ilusas, las creencias religiosas ultras, las libertades reprimidas y los derechos recortados.

Apenas estamos empezando, pero me da que ante tanto sinsentido este 2023 va a necesitar mucha atención, con todos los sentidos. Porque parece ser que no sabemos escuchar, ni mirar, ni tocar, ni hablar, ni saborear… ni mucho menos sentir. La vida, que es un continuo aprendizaje, se nos va sin saber qué hemos aprendido o qué hemos vivido.

Lo que hace meses eran aplausos, por estas fechas se han vuelto pitos y despidos.

Lo que hace días era confianza, esta semana será sospecha.

Lo que ayer era paz, hoy es otra guerra.

Así que, frente a lo que nos espera, no perdamos el tino ni las ganas de vivir. Y sobre todo, mantengamos el más importante de los sentidos, que visto lo visto no es el sentido común, sino el sentido del humor.

¡Qué año 2022!

Nada hacía presagiar que este año que termina sería tan convulso, tan manipulador y tan manipulado

Despidamos este 2022 con fuerzas y ánimo para afrontar un nuevo año que esperemos sea más pacífico y conciliador y en el que luchemos contra lo que de verdad importa, que, como casi todo, dependerá del color del cristal con el que lo miremos.

Una mirada esperanzada a 2023 (foto: Iñaki Chaves)

Pero, terminando el año, es hora de hacer balance. Siempre me he preguntado porqué los medios lo publican varios días antes de que acabe y se les quedan hechos por fuera. Porque los años, y más este, tienen ganas de finalizar llamando la atención.

Dos mil veintidós pasará a la historia como uno de los más tensos, cálidos y calientes. A los coletazos de la pandemia provocada por la covid-19 se suman: la invasión de Ucrania por Rusia, cuyas causas se sabrán dentro de veinticinco años y entre cuyos efectos están, además de que gran parte del mundo ha empezado a odiar todo lo ruso y enaltecer lo ucraniano, como si aquellos no tuvieran cosas buenas y estos malas, el incremento de la manipulación informativa, el elevado precio de las energías y de la cesta de la compra; los incendios y todo lo que conllevan en pérdidas humanas y materiales; las condiciones climáticas extremas y fuera de temporada, pese a la COP27 y a todas aquellas lúcidas mentes que siguen negando el cambio climático; los aniversarios trágicos, de la primera vuelta al mundo a la tumba del faraón Tutankamón y todas sus supersticiones, pasando por el “Bloody Sunday” o el canibalismo del pasaje del avión estrellado en los Andes; los tiroteos indiscriminados; la pérdida de derechos y de libertades que, como las temperaturas, va en ascenso; las múltiples violencias, directas y estructurales; los crímenes machistas y los ataques xenófobos y homófobos, o un mundial de fútbol en un país árabe que discrimina por género u opción sexual además de otras deficiencias civiles. Uff… efectivamente, 2022 ha dado para mucho.

También se han constatado algunas certezas, pocas, y otras incertidumbres y flaquezas, muchas, que han cubierto páginas y pantallas de medias verdades y enteras mentiras:

Ucrania ha desplazado cualquier otra noticia de los titulares, ni la pandemia, ni las crisis -económicas, sociales o climáticas-, ni lo malo ni lo bueno -relativo como todo- le han quitado espacio.

El comunismo, además de servir de arma arrojadiza para señalar lo malo, sigue asustando a la población, aunque sea en formato sello de Correos, lo que saca a la luz la bajeza de una sociedad que se espanta frente a lo rojo de las izquierdas, pero traga entero con el azul oscuro casi negro de unas ultraderechas revividas y tan peligrosas y excluyentes como siempre.

Las monarquías continúan haciendo de las suyas y saliendo impunes de sus fechorías. Sí, también hay sujetos sin corona que no pagan por sus desmanes, pero no han heredado un trono vitalicio que les hace inviolables para siempre.

Cien millones de personas desplazadas forzosas suponen un triste récord que parece no empañar el desempeño financiero de las transnacionales exitosas ni el devenir político de las naciones poderosas.

Las protestas sociales para mejorar el mundo en cualquier parte del planeta, desde Colombia y la juntanza en sus primeras líneas a Irán y sus mujeres, que dan sentido a la vida y a la lucha por vivirla dignamente, como Mahsa Amini, asesinada por la policía de la moral por no llevar velo, o Sarasadat Jademalsharieh, ajedrecista que participa en campeonatos sin llevar dicha prenda, pasando por Makota Valdina y su claridad como ser humano descendiente de personas esclavizadas, no esclavas, o Margo Pool, la holandesa de Petín que ha dado vida en la pantalla a esa España vaciada, o tantas heroínas, y algunos héroes, anónimas pero con nombre propio, que siguen luchando por la paz, por la justicia social y por la casa grande, la de todxs.

Desconsolador balance que no hará mella ni cambiará las estrategias económicas o sociales y mucho menos el sistema, que, en el fondo, es el causante de las desgracias. A pesar de todo, sigamos pa´lante, con berraquera y con ganas de vivir, creyendo en lo que quieran creer, pero protegiendo siempre la vida y la poesía, el amor y la amistad. Gracias a la vida que nos da tanto, aunque muchas veces no sepamos apreciarlo.

Sigamos defendiendo la cultura de la vida, de la salud y de la equidad. Ahí, los libros nos serán de gran ayuda:

«Que un libro, aunque compita en el mundo actual con la abundancia y facilidad de las tecnologías de la información, es algo más que una fuente de información.

Que un libro nos enseña lo que le falta a la pura información: un libro nos enseña a extender simultáneamente el entendimiento de nuestra propia persona, el entendimiento del mundo objetivo fuera de nosotros y el entendimiento del mundo social donde se reúnen la ciudad y el ser humano.

El libro nos dice lo que ninguna otra forma de comunicación puede, quiere o alcanza a decir: la integración completa de nuestras facultades de conocernos a nosotros mismos para realizarnos en el mundo, en nuestro yo y en los demás.

El libro nos dice que nuestra vida es un repertorio de posibilidades que transforman el deseo en experiencia y la experiencia en destino.

El libro nos dice que existe el otro, que existen los demás, que nuestra personalidad no se agota en sí misma, sino que se vuelca en la obligación moral de prestarle atención a los demás – que nunca son lo de más.

El libro es la educación de los sentidos a través del lenguaje.

El libro es la amistad tangible, olfativa, táctil, visual que nos abre las puertas de la casa al amor que nos hermana con el mundo, porque compartimos el verbo del mundo.

[…]

Hoy más que nunca, un escritor, un libro y una biblioteca nos dicen: si nosotros no nombramos, nadie nos dará un nombre. Si nosotros no hablamos, el silencio impondrá su oscura soberanía».

(Carlos Fuentes (2003). En esto creo. Barcelona: Seix Barral, pp. 171-172)

Morente, arte flamenco en las venas

El cantaor granadino cumpliría este mes ochenta años

Publicado en Mundo Obrero

Enrique Morente Cotelo nació en el Albaicín de Granada en diciembre de 1942 y falleció en Madrid en el mismo mes de 2010, pocos días antes de cumplir 68 años.

Programa de mano y entrada al espectáculo «De Juan Breva a María Zambrano», de Enrique Morente (foto: Iñaki Chaves)

Un recuerdo para un maestro en el que se juntaban “la afición, el conocimiento y la vanguardia” y al que tuve la suerte de ver en directo en las murallas de Vélez-Málaga el sábado 25 de agosto dentro de la Bienal “Málaga en Flamenco 2007” con el espectáculo “De Juan Breva a María Zambrano”.

Ese evento en el que, según rezaba el programa de mano que todavía conservo, “por mor de Morente, por el encantamiento de su voz que clama, se reúnen esta noche el soplo de los signos y siglos de generaciones que se juntan y florecen música, de rabia, de gozo y de amargura”.

En su actuación rindió tributo y voz a cuatro personalidades vinculadas a Málaga juntando los colores inéditos de Pablo Picasso, con los lamentos de Miguel de Cervantes en una carta, con los pensamientos en el agua ensimismada de María Zambrano y con los ecos de aquel Juan Breva que era, en poema de Lorca, “la misma pena cantando detrás de una sonrisa”.

La vida de Enrique Morente estuvo inmersa en el flamenco todos los días por todos los poros de su piel. Llevaba puro arte en sus venas. Fue un clásico que tocó todos los palos, “capaz de cantar ´los 49 palos y medio` del flamenco, según dictaminan los expertos”, y que entró con fuerza en el mestizaje musical y artístico innovando el arte flamenco.

Fue el primer cantaor en recibir el Premio Nacional de Música del Ministerio de Cultura en 1994, «Creo que fundamentalmente han querido llamar la atención sobre el auge cada vez mayor que el flamenco está adquiriendo en el mundo. Y esto sí me parece importante», dijo cuando se enteró del premio; y también obtuvo el Premio Especial el Ojo Crítico de Radio Nacional en 2009 por su trayectoria y por la dignificación del arte del flamenco.

Creó la “Fantasía del Cante Jondo” para voz flamenca, piano y orquesta, estrenada en el Teatro Real de Madrid el 16 de mayo de 1986, con las guitarras de Juan Habichuela y Gerardo Núñez y la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por Luis Izquierdo, que salió como disco en 1995 bajo el título “Alegro Soleá y Fantasía de Cante Jondo”; compuso la “Misa Flamenca” con textos de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Lope de Vega y Juan de la Encina publicado en 1991, y realizó, en colaboración con sus paisanos de Lagartija Nick, “Omega”, “un nuevo ecosistema sonoro” que salió a la luz en 1996 con adaptaciones de poemas de García Lorca y temas de Leonard Cohen y que revolucionó el flamenco.

Pero también, y aquí es donde “nos encontramos”, se atrevió con la obra maestra de la literatura y compuso el espectáculo “El loco romántico” basado en Don Quijote de la Mancha, una experiencia “audaz y original” sobre la obra de Cervantes que fue estrenada en Granada en 1988.

Un autor que quería que la tradición de las formas del flamenco continuara y se moviera, que cambiara y que fuera a sitios distintos para que su arte siguiera estando vivo. Con su flamenco hizo camino al andar, despegó el cante jondo, mostró al mundo su Sacromonte, tocó la Cruz y la Luna, juntó Granada con Nueva York y África con Cuba y con Cádiz, homenajeó a Falla y a Lorca, supo de la negra de Guillén, soñó la Alhambra y musicó al Pablo de Málaga.

Todo un maestro, todo un artista, todo un flamenco.

“Alegría es sentir el alma en cada instante… y es cuando más se siente el alma cuando la llevamos herida”.

La soledad de Gabo

Publicado en Mundo Obrero

A cuarenta años del discurso sobre la ignorancia acerca de nuestra América Latina

Se han cumplido cuatro décadas de la concesión del Premio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez. Galardón del que cuando se enteró pensó “¡Coño, se lo creyeron! ¡Se tragaron el cuento!”, y que le hizo escribir un discurso, “La soledad de América Latina”, que también tenía toda la intención, como su realismo mágico, de que fuera creído para que se conociera.

Carteles en homenaje a Gabo y su obra en la Biblioteca Luis Ángel Arango de Bogotá en 2017, a los cincuenta años de la publicación de Cien años de soledad (foto: Iñaki Chaves).

En la ceremonia, celebrada el 8 de diciembre de 1982 en la sala de conciertos de Estocolmo, Gabo se presentó con su liqui-liqui y una rosa amarilla, como sus mariposas, que posó sobre la silla para levantarse a recibir el diploma, el cheque y la medalla de manos del rey de Suecia.

La soledad de Gabo frente a un auditorio repleto, con Mercedes y Rodrigo entre el público; la soledad frente al pelotón de fusilamiento del coronel Buendía; la soledad del coronel esperando quien le escriba… las soledades de nuestra América Latina. El autor colombiano, que no había ido para dar un discurso, ofreció dos. Uno al recoger el premio ante la Academia Sueca y otro, “Brindis por la poesía”, dos días después en la cena de gala ofrecida por los reyes de Suecia en el ayuntamiento de Estocolmo en honor de los galardonados.

Sus obras y sus reflexiones le llevaron a obtener el mayor reconocimiento internacional de las letras “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”.

Él sabía que tenía que lidiar con esa señora a la que llamaban “la loca de la casa”, la imaginación, para que el mundo conociera las otras realidades de un continente que no contaba pese a tener tantas cosas que contar y tantas y tantos buenos contadores. Cronistas, narradoras, cuenteros, poetisas… llenan páginas y páginas, y también las ondas, con sus historias, pero el mundo no lo lee ni lo oye. Con el Nobel obtenido Gabo quiso empezar a marcar el territorio de la escucha.

Lo hizo primeramente dejando sentir la voz de la identidad con su vestimenta para la ocasión. Nada de frac, ni de traje de chaqueta, un liqui-liqui caribeño blanco que contrastaba con el negro serio y formal de la mayoría de los presentes. Y lo confirmó con un discurso con el que quería llamar la atención sobre el abandono y la desmemoria de una parte del mundo hacia América Latina.

Las palabras emocionales y argumentadas de un escritor comprometido, narradas desde su particular manera de entender su tierra y a sus gentes, no para hacer una disertación filosófica, sino para tocar la fibra sensible de sus escuchantes, siguen vigentes ocho lustros después:

“La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia.

[…]

En las buenas conciencias de Europa, y a veces también en las malas, han irrumpido desde entonces con más ímpetus que nunca las noticias fantasmales de la América Latina, esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda. No hemos tenido desde entonces un instante de sosiego.

[…]

Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual este colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte. Poetas y mendigos, músicos y profetas, guerreros y malandrines, todas las criaturas de aquella realidad desaforada hemos tenido que pedirle muy poco a la imaginación, porque el desafío mayor para nosotros ha sido la insuficiencia de los recursos convencionales para hacer creíble nuestra vida. Éste es, amigos, el nudo de nuestra soledad.

[…]

La interpretación de nuestra realidad con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.

[…]

La solidaridad con nuestros sueños no nos hará sentir menos solos, mientras no se concrete con actos de respaldo legítimo a los pueblos que asuman la ilusión de tener una vida más propia en el reparto del mundo.

[…]

¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de un cambio social?

[…]

No: la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento, y no una confabulación urdida a tres mil leguas de nuestra casa.

[…]

Éste es, amigos, el tamaño de nuestra soledad.

Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte.

[…]

los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de […] Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la Tierra”.

García Márquez y Juan Peña en la contraportada del disco “Cuando Lebrijano, canta se moja el agua” dedicado por el cantaor al escritor.

Además de marcar y seguir marcando una época en la literatura y en el periodismo, el autor colombiano, y esto tal vez sea tan desconocido como la soledad de nuestra América, dejó su huella en el flamenco desde aquel día en que afirmó “cuando Lebrijano canta, se moja el agua”.

La frase sobre el cante de Juan Peña llevó al maestro de Lebrija a dedicarle un disco, el trigésimo quinto de su prolífica producción, con textos basados en las obras del maestro de Aracataca. Y así, entre maestros, el resultado es un trabajo musical emotivo y profundo que adapta el realismo de Macondo al sentir del cante jondo.

También ahí se siente la soledad, las soledades, de la cándida Eréndira, de la Isabel mirando llover en Macondo, del coronel si viene o no viene o si llega la plata o no llega, o de las historias de sus doce cuentos peregrinos; que andan, como la historia de Abya Yala, entre soledades y peregrinajes buscando su identidad y esa oportunidad de ser y estar en este mundo.

«El secreto de una buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la soledad» (García Márquez, Cien años de soledad. Buenos Aires: Sudamericana, 1967, p. 174).

Pablo, romántico y revolucionario

El trovador cubano ha partido dejándonos su isla y nuestros corazones llenos de amor y de revolución

Pablo Milanés fue romántico en la revolución y revolucionario en el romance, tanto monta que tanto da. En el amor, la prefería compartida antes que vaciar su vida. No le preocupaba que no fuera perfecta, mas se acercaba a lo que soñaba. En la revolución, se enorgullecía de haber nacido en el Caribe, gozando de una facultad y sintiendo su libertad que le identificaba y le daba vida.

Portada del álbum «Años» (La Habana, 1979, con Luis Peña «el Albino») y foto interior de Pablo Milanés.

Se nos ha ido un trozo importante de la historia, de la colectiva y de la mía personal. Fue un referente por su música y por sus letras, que cantaban al amor y a su isla, a la mujer y a la revolución. Crecimos escuchando sus canciones, fueran románticas o revolucionarias; caminamos con sus sonidos en dirección a la utopía que nos abrían su música, Cuba y su revolución.

Sabía que no vivía, ni él ni nadie, en una sociedad perfecta. Por eso pedía que no se le diera ese nombre, pero la sentía dentro porque la hacían mujeres y hombres. No todo le complacía, pero por ella daba la vida.

Estaba seguro de que más temprano que tarde y sin reposo retornarían los libros y las canciones que quemaron las manos asesinas, que renacerían los pueblos de sus ruinas y los traidores pagarían por sus culpas.

Creía en el amor y también en la revolución, a pesar de todo. Aunque le diera disgustos siempre volvía a ella, pese a que estuviera llena de contradicciones y presta a soluciones, porque nada hay más humano que prenderse de su mano y caminar creyendo en ella, como creía en su dios, que eres tú, que soy yo, que es la Revolución.

Se preguntaba ¿qué mares han de bañarte, y qué sol te abrazará, qué clase de libertad van a darte? Y se respondía que él se quedaba con todas esas cosas pequeñas, silenciosas, con las más dignas, más hermosas. Con esas él se quedaba.

Y con su Yolanda, que es mi Beatriz o tu Rosa o la María de cualquiera, con la que sabemos que es cierto el temor a hallarnos descubiertos, que nos desnuda con sus siete razones y que nos abre el pecho siempre que nos colma de amores.

Ella le rompía todos los esquemas, pero él llenaba los breves espacios de soledad con sus olores porque se entregaba cual si hubiera un sólo día para amar.

No le importaban los papeles grises, ni las estrellas azules, porque nos llenó los minutos y la vida de razones para respirar, sin negar el pasado ni un futuro que algún día llegará. No le importó la gente que solamente hablaba por hablar, lo que quería era que ella le llenará el espacio con su luz.

Pablo sabía desde siempre que el tiempo pasaba y que nos pondríamos viejos y que no reflejaríamos el amor como ayer, pero que, en cada conversación, con cada beso o cada abrazo el amor se iría volviendo otro sentimiento lleno de razón.

Él se quedó, él siempre estuvo y siempre estará, aunque fuera y viniera y ahora se haya ido definitivamente. Creyó en el amor y en la revolución, que no son perfectas, pero que se acercan a lo que siempre soñó.

Por Pablo, por Cuba y por la revolución, la suya y la nuestra. Hasta la victoria siempre.

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