El terrorismo no tiene bandera ni himno ni religión
Y los muertos tampoco distinguen el nombre de la bala que les mata.
Pasados unos días de los terribles atentados en París, es hora de reflexionar en contra de la violencia y del terrorismo. De todo tipo de violencia y terrorismo y desde una perspectiva crítica. No sólo del perpetrado por uno de los bandos del que parece ser el actual conflicto mundial.
También es tiempo de pensar sobre la exclusión y la injusticia social. Como decía Pinter nos han llenado de vocablos que confunden y justifican el accionar de las grandes potencias, “los daños colaterales”, “las intervenciones humanitarias”,…
Me parece bien que quien quiera homenajee a las personas fallecidas, cantando, poniendo flores, prendiendo velas,… pero también han muerto, una semana antes de los ataques en París, por acciones del denominado Estado Islámico, más de cuarenta personas entre la población libanesa. Nadie ha salido en Europa o en EE.UU. a llorar a aquellos muertos, no se han dedicado horas y horas de noticieros y páginas y páginas de periódicos. No se han desplegado unidades móviles ni corresponsales especiales.
Ya sé que sonará políticamente incorrecto, pero son mentiras y mierda lo que nos venden. Los muertos son personas, independientemente de su extracción social o de su lugar de nacimiento y al margen de quien haya apretado el gatillo o puesto la bomba o de la procedencia de la bala (la mayoría de construcción occidental).
Los llamados “aliados” matan igual que matan los llamados “yihadistas”, pero estos son fundamentalistas islámicos y aquéllos son considerados salvadores y demócratas.
Hace cuatro años escribí alrededor de unos sucesos que también fueron trágicos y coincidentes en el tiempo. Mientras en Oslo un descerebrado atentaba contra jóvenes del Partido del Trabajo noruego, matando a 77 personas, en el Cuerno de África la hambruna se llevaba por delante la vida de miles de niñas y niños (veinticinco mil menores de cinco años según Unicef). Los periódicos llenaron páginas, los noticieros televisivos horas y el mundo lamentó, con motivo, la muerte de un grupo de ciudadanas y ciudadanos blancos y siguió todo el proceso en contra del terrorista. Nadie honró la memoria de la población africana que moría por falta de agua y alimentos sin cumplir un lustro de vida. Los noruegos asesinados habían disfrutado sus pocos o muchos años de existencia, los africanos la habían sufrido.
Y ahora, más seguridad, más control, menos libertades. Como si eso fuera a solucionar el problema. Francia, con todas sus bondades y su estado social de derecho, lleva años interviniendo en África o en Oriente Medio por intereses económicos y financieros que no tienen en cuenta los derechos humanos ni las vidas de sus poblaciones. Aunque eso no sea una justificación que pueda excusar la muerte de civiles franceses inocentes.

“Nunca más guerra” de la artista y pacifista alemana K. Kollwitz
Según el Global Terrorism Index, a lo largo del año 2014 murieron por acciones terroristas en el mundo 32.658 personas. De esa cantidad, el 78 % de las fallecidas y el 57 % de los ataques tuvieron lugar en cinco países: Afganistán, Irak, Nigeria, Pakistán y Siria. El informe del Institute for Economics & Peace también señala que desde el año 2000 las muertes ocurridas por actos terroristas en Occidente no llegan al 3 % y que fallecen trece veces más personas en el mundo por homicidio que por terrorismo.
Entonces, ¿por qué esas diferencias a la hora de valorar los hechos y las muertes?, ¿por qué tan distintas las maneras de informar de los medios?, ¿por qué esa espectacularización de las noticias cuando los afectados son occidentales?
Estamos muy acostumbrados a generalizar y usar distintos raseros para medir las cosas. Tildamos de terroristas los actos cometidos por asesinos de origen musulmán, que lo son, pero no lo hacemos igual cuando son llevados a cabo por ejércitos a las órdenes de estados igualmente criminales pero que son envueltas con un halo blanco bajo palabras huecas como “coalición internacional” o “tropas aliadas”.
Estamos estigmatizando todo lo que tenga que ver con musulmán o árabe. Cuántos asesinos, pederastas o traficantes hay entre la población blanca occidental y a nadie se le ocurre extender esos adjetivos para señalar al resto del mundo.
Occidente lleva siglos queriendo imponer su judeo-cristianismo al resto del planeta. Desde las cruzadas se persigue a los musulmanes como si fueran los culpables de todos los males. Nadie se acuerda de todo lo que le han aportado a la vida y a la ciencia. Sin ir más lejos, para esos que solamente piensan en el dinero: ¿con qué números escriben y dan cuenta de sus beneficios empresariales los capitalistas en las bolsas? Repasen los avances en la agricultura, en el uso del agua, en las construcciones,… lean los escritos con los aportes de personalidades como Averroes, Al Idrisi, Ibn Jaldún, Alhacén o Ramón Llull, conocido por el apodo del árabe-cristiano,… o en la literatura de hoy los textos del único premio Nobel en lengua árabe, el egipcio Naguib Mahfuz, o los del escritor libanés Amin Maalouf, o el poeta palestino Mahmud Darwish, o la literata iraquí Nazik Al-Malaika, y tantas más desconocidas.
Les hemos partido las cabezas a base de golpes con las cruces romanas para que se convirtieran al cristianismo. Los árabes estuvieron siete siglos en España y no intentaron convertir a la fuerza a nadie a su religión, respetando una cierta convivencia pacífica.
Durante las increíblemente famosas cruzadas se destruyó una de las mayores y mejores bibliotecas de la época, la de Trípoli. Antes de aquella época ya eran culturalmente mucho más avanzados que el resto. En el año 859 se fundó en Fez (Marruecos) la que es considerada la primera universidad del mundo, la Universidad de Al Karaouine. En El Cairo (Egipto) se estableció, en el siglo X, la llamada primera universidad completa, la Universidad Al-Azhar, por su variedad formativa y sus estudios de postgrado. En 2003, en sus ataques a Irak, Estados Unidos acabó con la mayor parte de la biblioteca de Bagdad.
Según la agencia EFE, con datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos, en los últimos catorce meses han fallecido en ese país, por ataques de la coalición internacional liderada por EE.UU., y que no sabemos muy bien qué es lo que realmente busca, o sí pero para nada es la paz, cerca de cuatro mil personas. Entre ellas calculan que había al menos doscientos cincuenta civiles, con más de sesenta menores de edad y casi cincuenta mujeres. Es un número mayor que los fallecidos por los ataques del EI en París.

Portada del informe de Unicef
Como señala el último informe de UNICEF, Para cada niño, una oportunidad (pág. 11), morirán casi seis millones de niñas y niños este 2015 en los países empobrecidos antes de cumplir los cinco años de edad. SEIS MILLONES (6.000.000,-). El trabajo de la organización internacional se subtitula “La promesa de la equidad”, qué ironía.
Por todos estos infantes muertos, ¿guardaremos un minuto de silencio en los estadios, llenaremos de flores las plazas públicas, rodearemos de velas las estatuas de las capitales?
De luto. Por desgracia en el mundo hay muchos motivos para estarlo. Pero intentemos ser un poco más justos, más equitativos. Si hemos de estar de luto que lo sea por todas las víctimas fallecidas en cualquier lugar. En París, en Beirut, en el Cuerno de África, en la Guajira colombiana, en Beijing, Madrid o Berlín, sin distinción.
Lo demás es hipocresía, pura y dura hipocresía.
Comentarios recientes